Los  huevos de pascua fueron creados por el joyero Fabergé por encargo de la Familia Imperial Rusa entre 1885 y 1916. La Pascua era el periodo más importante del año para la Iglesia Ortodoxa Rusa, algo así como la Navidad en nuestra sociedad: la tradición era llevar huevos pintados a mano a la iglesia, para que fueran bendecidos, y después regalarlos a amigos y familia. De ahí que estas joyas tomaran la forma de Huevos de Pascua. Regalarlos se convirtió en una tradición en la Familia Imperial Rusa durante 32 años, hasta que en 1917 llegó la revolución; se encargaron un total de 52 Huevos Fabergé, de los cuales sólo han sobrevivido 44.

Cada una de estas particulares ‘joyas’ era elaborada durante un año aproximadamente y en su composición participaba un equipo de artesanos que le dedicaba el máximo esfuerzo siempre  en secreto.

Todas las piezas son diferentes y era el maestro Fabergé quien decidía la temática de cada uno, y así se centró en la historia de la Familia Imperial, en coronaciones, aniversarios, nacimientos…

Cada huevo contenía al menos una sorpresa, por ejemplo, el interior del primero, conocido como “Huevo de Gallina” escondía una pequeña gallina de oro que también se abría, y que a su vez contenía una réplica en miniatura de la Corona Imperial de la que colgaba un pequeño rubí con forma de huevo. 

Además de las 52 piezas de “categoría imperial”, otros  17 fueron creados por el artista bajo encargo de nobles y empresarios. Tras la revolución rusa, algunos desaparecieron y uno de ellos fue encontrado en 2014 en un mercadillo. El hombre que lo encontró pensaba fundirlo para vender el oro, con un valor de unos 500 dólares; pero, al buscar en Google las palabras que aparecían en el huevo -“Vacheron Constantin”-, descubrió que en realidad valía unos 33 millones de dólares.

Los huevos de Fabergé son un legado de tradición y gusto que nace en el seno de una familia al igual que nuestro gusto por un exquisito Aceite de Oliva Virgen Extra es el objetivo de nuestra gran familia De Prado.